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EL PROTAGONISTA

ALEXANDRA SIMON

Lectores

Capítulo 1

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Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Page 1 of 4

«— ¡Guapa!... ¡Por mujeres como tú, esta ciudad se llama Los Ángeles!»

Todavía riéndome de esa frase loca —que me gritaron unos obreros desde un edificio en construcción— me observo en el enorme espejo de mi nuevo apartamento, en pleno centro de la ciudad. La imagen que me devuelve me encanta, es una mujer que florece y que desde hace poco, estoy disfrutando.

Después de mucho tiempo, decido estar alejada de la chica llena de miedos e inseguridades que vive en mí hace siete años y quedarme muy cerca de una mujer que ha luchado por conseguir las cosas con su propio esfuerzo y que le dice basta a todos aquellos que quisieron  humillarla.

— ¡Esta es la nueva yo!… yo soy la nueva Sofía Tomassi.

La Sofía de hace siete años nunca podría haber creído que en algún momento se transformaría en lo que es ahora, no, la Sofía de hace siete años murió en un hospital mientras el amor de su vida se daba la gran vida con otra mujer. Era patética, ¡Dios! creía que el mundo comenzaba y terminaba con Jude Cavendish, ella jamás pensó  que un día se levantaría de su mierda y sería capaz de vestir, con perfecta elegancia, un Óscar de la Renta de la última colección, que usaría zapatos con tacones de más de doce centímetros de alto  y que se enorgullecería de su cabello negro y ondulado, cuando, por muchos años, todos me decían que era una maldita cosa imposible.

— ¡Yo soy Sofía Tomassi y soy una sobreviviente! Sí, porque cuando una ha sobrevivido a su propio corazón roto, ha sobrevivido a la misma muerte. Y estoy a punto de demostrarlo, voy a volverle a ver la cara a mi más grande enemigo  ¡y voy seguir sobreviviéndolo!

Él…

Alto, cabello color del sol, profundos ojos azules y acento sensual y británico, que un día me prometió  que sería solo yo y nadie más…

— ¡Si, cómo no!... ¡Solos tú y yo!

Nunca contó que en su matemática de vanidoso, egocéntrico dios del sexo, la promesa del tú y yo venía incluida con cientos de mujeres desfilando en su cama, en los hoteles, en los tráileres o en los enormes set de filmación, mientras que su esposa vivía aislada del mundo, ¡tonta de mí!  Me hacía a la ilusión de ser lo único que Jude Cavendish tenía para que su vida fuese normal y tranquila cuando la verdad es que él solo estaba enamorado del glamur, del sexo fácil y de todas las rubias rellenas de silicona, que desean tener una noche con el rey de la taquilla.

¿Cuántas noches en el hospital o en casa de mis padres di puños contra las almohadas pensando en todas aquellas mujeres riéndose de mí, de la pobre e insignificante mujer que se hacía a la ilusión de tener el corazón de Jude Cavendish en exclusivo para ella?

— ¡Demasiadas, JC! De-ma-sia-das.

¿Cuántas veces, la risa burlona de Adriana Jenkins y sus ojos verde oscuros me miraron con aires de superioridad?

¡Perdí la cuenta! y también mi dignidad. Sobre todo después de aquel día cuando ella, desnuda, oliendo a sexo duro y a loción de miles de dólares, me gritó  todos los pormenores de su relación de años contigo mientras tú dormías.

¡Claro que dormías! El sexo y el alcohol te quitaban fuerzas y ni siquiera te enteraste todo lo que esa harpía me decía.

«— ¡Por favor, Sofía! —todavía puedo escuchar la voz malvada de Drea diciéndome cosas, que en ese momento fueron como bofetadas dadas con rabia, pronunciadas con un tonito tan superior que me hicieron más insignificante aun de lo que me sentía— ¿cuándo te vas a dar cuenta que Jude se arrepiente de haberse casado contigo? ¿Quién eres tú? —sus uñas rojas me señalaban cuando me miraba con asco— una insignificante asistente de guion, una gorda sin gracia.

Eres poca cosa… si lo amas, es mejor que te vayas, eres un asqueroso y pesado lastre, ¡serás su desgracia!»

— ¡Maldición! No me hace bien recordar esas palabras ¡todavía me duelen! ¡Idiota Drea! ¡Idiota yo!

Sí, idiota yo: ese día, mientras mi esposo follaba con la maldita, yo visitaba al ginecólogo. Hasta pude escuchar en mi cabeza —mientras comprobaba personalmente la infidelidad—, las palabras del especialista «la ciencia te puede dar el bebé que quieras» «todo se puede con perseverancia y tú la tienes, chiquita» mientras la cretina me insultaba. Ese día viajé casi cinco horas, pues había estado un fin de semana con mis padres y allí había visitado al médico de la familia al que le tenía confianza sobre las cuestiones de fertilidad, pues temía que los periódicos hicieran un escándalo sobre el por qué visitaba un ginecólogo.

Para mí, lo más importante era proteger tu imagen y tu intimidad Jude Timothy Cavendish.

Yo te protegía de todo, al menos eso creí, creí que un hogar conmigo te importaba, señor arrogante estrella de cine. Pero, Adriana fue la gota que rebasó el vaso de la humillación que este hombre me había hecho beber desde que tenía diecinueve años. Sentada en las escaleras de la mansión en Malibú soporté como Drea se pavoneaba con su cuerpo perfecto cero grasas mientras enarbolaba en su mano el Blackberry que contenía imágenes con los innumerables encuentros sexuales entre ella y mi esposo.

«— Si quieres, traspaso todo a tu celular ¡Es muy instructivo! Viéndolo, quizás aprendas a satisfacer a un hombre de verdad, vaca ¿no sé cómo Jude no se muere de asco con solo tocarte? debes tener la piel porosa y llena de estrías. »

La malvada tomaba aire para seguirme insultando, mis lágrimas y mi aspecto de derrotada, en vez de detenerla, la impulsaban a herirme más.

«— ¡Por favor! si tienes algo de dignidad ¡pide el divorcio! Obtendrías millones y seguramente, un cirujano plástico podría hacer algo contigo ¡no te caería de más una liposucción!»

¡Dios! qué mal me sentí aquel día lunes, corrí como loca por toda la ciudad, con el celular de Drea en el fondo de mi bolso y el sonido estridente de su risa martilleando mis oídos. No medí consecuencias y terminé en un hospital, totalmente rota, destrozada por dentro y con la foto de la portada de una revista donde mi esposo, recién nominado al Óscar, abrazaba a Adriana Jenkins, su coprotagonista, en una imagen de la película que lo convertiría en leyenda.

Eso fue lo único que me dejaste Jude, fotos de portada donde me hiciste saber que, a pesar de ser tu esposa, eras inalcanzable para mí.

Mi hermano Gavin fue el primero quien vino al rescate, inició los trámites del divorcio apenas se bajó del avión que lo trajo de Nueva York; eso era lo que yo quería, estaba hundida en el infierno y lo que ocurría a mí alrededor parecían ecos bajo el agua y no me tocaban.

«— Voy a destrozarlo, bambina… ¡es un hijo de puta! Pero, no estás sola, no estás sola Sofi… por ti, estoy dispuesto a recomponer mi historia con papá. Entre él y yo, nos encargaremos de todo ¡el siútico de tu marido se arrepentirá de haber nacido!»

Lastimada, con heridas en mi brazo y en mi vientre, con los ojos ardiéndome por el llanto, no atinaba.

«— No, Gav, solo quiero que se aleje, sácalo de mi vida. Sin escándalos ni nada.»

«— ¡Mierda, Sofi! ¿Lo sigues protegiendo? ¡Te jodió la vida! ¡Te hizo renunciar a tus sueños! ¿Y, lo proteges? ¡No es de Dios!»

El llanto, los ruegos y mi terrible estado mental hicieron que mi hermano —que me ama más que cualquier cosa en su vida— se condoliera y procedió como pedí: evitó el escándalo, la humillación y sobre todo, evitó que volviese a ver la cara del cabrón hermoso de Jude Cavendish.

— ¡Dios! Si me hubiese vuelto a topar contigo en esa época hubiese sido el desastre. Porque, con el solo hecho de que me guiñases un ojo, entreabrieras tu boca carnosa y me dijeses «— No seas tontita, mi dulce Caramelo, ven aquí y deja que te bese para que olvides todo» con aquella voz de dulce y varonil acento inglés, yo, ¡yo hubiese corrido a tus brazos como una tonta!  Me habría vuelto más loca de amor y pasión ¡creyéndote todo! creyendo que me serías fiel, que la luna era de queso y que yo, Sofía Tomassi, era lo único real en tu vida. ¡Cómo te amaba! Tu presencia embriagante, intoxicaba mis sentidos, prendía mi piel, me humedecía como si fuera salpicada por una ola furiosa de deseo y lujuria hasta perder mi razón y mi dignidad. Te pertenecí hasta la locura, hasta que mi alma y mi cuerpo dejaron de ser míos y se mimetizaron contigo, hasta no saber quién era yo, porque al final estaba fundida con tu piel y con tu aliento.

Ahora, siete años, tres meses y una vida diferente después, esta Sofía Tomassi tiene la absoluta seguridad que es libre de tu fantasma. Ahora tengo la fuerza para volver a verte y demostrarte que ya no me posees. He regresado del infierno, peleé contra mis miedos, mis inseguridades, mi falta de amor propio y vencí. Esta mujer, la que veo reflejada en el espejo, sabe que ya no es la niña de veintitrés años destrozada por el amor, ahora, soy la mujer que venció el monstruo de una obsesión desgraciada.

— ¡Estás bella, Sofía Tomassi!

Me acerco con vanidad al espejo, arreglo el color coral de mis labios, me aplico rubor, máscara en mis pestañas y listo ¡Vaya! no me veo nada mal.

Volteo y me fijo en mi trasero.

— ¡No se puede nunca desestimar el poder del dolor!

Y del ejercicio. Sobre todo, cuando estas peleando para rehacer tu vida, cuando necesitas músculos para enfrentarte a todo lo que te hizo daño.

— Sí, soy poderosa ¡Y soy mucho más que un ángel caído del cielo!

Voy hasta mi celular. Cinco llamadas perdidas: tres de mi hermano Gavin, una de Diddi y la otra, de mi flamante novio, Jackson Bonnes.

— ¡Dios! ¡Cómo te amo, Jackson!

Suelto una carcajada divertida al recordar a mi «nuevo novio»  texano, un metro noventa de estatura, voz ronca, ojos verdes como el mar, lleno de grandes tatuajes celtas y ¡el actor más homosexual del planeta! claro, eso lo sabíamos solo él, su novio oculto —a quien llamábamos «la otra»— y yo. Marco su número y la voz oscura y ronca de mi amante jadeaba tras la línea.

— ¡Hey, perra! —le grito divertida— ¿no estarás siéndome infiel?

Una carcajada profunda resonó del otro lado.

— No, cariño, pero qué más quisiera, estoy haciendo ejercicio, preciosa y mi entrenador personal me castiga terriblemente, claro está, no como yo desearía.

Ahogué una risa, ¿Quién podría decir que al sueño húmedo de miles de chicas en el mundo le gustaban las mujeres tanto como a mí me gustaba la música country?

— No tienes remedio, Bonnes. Recuerda que tienes un chico que te ama desesperadamente y que yo te arrancaría las bolas si te acostaras con otro, la infidelidad no va conmigo, lo sabes.

— Tranquila, chica dulce, soy solo tuyo y de River.

— Más te vale, amigo —miro por la ventana del sexto piso de mi apartamento.

Sin dejar de escuchar a Bonnes, di una mirada al horizonte de la ciudad, mi vista no podía abarcarla en su totalidad. Había regresado hacia casi tres meses a Los Ángeles y me seguía pareciendo amarga y cruel, pero era un paso que debía dar si quería demostrarme que yo era la mujer fuerte de la que tanto alardeaba. Es una ciudad terrible, llena de sueños rotos, está pavimentada con la piel de todos aquellos que un día creyeron que aquí podían conseguir la felicidad y la eternidad. Parte de mi vieja piel también está aquí, había dejado mi alma en esta ciudad, es más, en mis malos días, aun puedo ver a la Sofía ingenua de antes caminando por el asfalto mientras sueña con ser una verdadera artista.

— ¿Supongo que no has olvidado que hoy es la cena con los productores de tu nueva película? ¡No te atrevas a llegar tarde! es tu futuro como actor… ¡es tu oportunidad de ser mega estrella! y no seré tu amiga si lo jodes.

Lo escucho suspirar, Jackson era uno de aquellos chicos que habían llegado de un pueblo sin nombre de Texas, con su cara bonita, mucho talento y con una gran cantidad de sueños. Era la típica historia de aquel actor muerto de hambre que durante mucho tiempo había sido mesero, chofer, bailarín y tramoyista hasta que al fin logró la soñada audición que lo dejó trabajando en una  telenovela, en horario de la tarde. La novela en cuestión explotó la belleza sexy y divertida con miles de escenas con su torso desnudo y de un pequeñito papel para el cual fue contratado pasó al protagónico, besando de manera muy caliente a todas las estrellas y diciendo diálogos idiotas y sin contenido pero, que sin embargo, hacían suspirar a todas las amas de casa de América y subieron el rating de la estación televisora.

El papel estelar en una película dejó en el olvido su reinado como el único dueño de los sueños húmedos de las cuarentonas y en menos de tres años y cuatro películas,  fue la sensación en el cine de acción. Es un gran actor, un gran chico que sin embargo debía mantener su imagen de hombre rompe camas para así poder hacer lo que más amaba y eso era actuar. Por más que defendiera la tolerancia sexual, el mundo del cine es difícil para un actor reconocidamente homosexual. Yo lo admiro, no lo tuvo fácil. No como tú, JC, siempre todo lo tuviste en bandeja de plata y jamás luchaste por nada: aristócrata, inglés, excesivamente bello y aterradoramente talentoso. Eres perfecto  ¡hablas y el mundo tiembla a tu alrededor! Por eso me decidí a ayudar a Jackson en su farsa, porque admiro su capacidad de pelear contra todos los obstáculos y no dejarse vencer por los altaneros esnobs que pueblan Hollywood, entre ellos tú, arrogante ex marido.

— No te preocupes, piccolina, yo estaré allí, contigo, con cara de que te he follado toda la tarde y nadie dudará que soy el llamado a ser el amor trágico de la última musa del cine romántico que muere al final porque su amante no regresó de la guerra.

Al medio segundo de haber colgado el teléfono, una fuerza de la naturaleza irrumpe en mi apartamento, mi mejor amiga y asistente personal, Diddi Watson, quien vestía como si  fuese Grace Kelly —impecable, sofisticada y una perra absoluta— me inspecciona de pies a cabeza.

— ¿Estas lista, Sofi? ¡Hoy es el día! Te llamé mil y una veces y no contestaste —salta frente a mí como si en vez de unos zapatos Manolo´s tacón puntilla tuviese unos Converse— no importa, ya estoy aquí ¡es tu momento, nena! nuestro momento: tú, yo, Jackson ¡y el mundo! es hora de mostrar quien eres, nadie va a humillarte más, ya no tienen con qué, mi amor.

Al divorciarme de Jude, mi hermano Gavin logró un acuerdo de diez millones de dólares. Con aquella pequeña fortuna, Mr. Cavendish pretendió lavar su conciencia para que la muerte de mi inocencia no fuese un espantoso y sanguinario crimen en su memoria. Diez millones de dólares que no pagaron mi humillación, ni mi alma en coma, que tampoco sirvieron para olvidar que lo amé, que me volví invisible por él y todo para servirle solo a él. Sin embargo, fueron mi gran oportunidad para salir de la nada en que él me había hundido. Él me lo debía… ¡me debía todo! Me debía tiempo,  lágrimas, soledad, tristeza. Me debía cada palabra de amor que yo le había dado y que él escupió, me debía los besos que casi de manera religiosa yo le había dado. Me debía mi virginidad, mi timidez de las primeras veces, mi vergüenza al descubrir que amaba el sexo. Él me corrompió, saber que no era la niña decente que mi madre había criado sino una mujer que disfrutaba con su sexo fue traumático, magnífico pero, traumático. Fui la más solícita alumna, dispuesta a que con su cuerpo le enseñara al mío, que fuera mi maestro, mi amante, mi loco y pervertido seductor y me lo debía. Pero, sobre todo, me debía  mi incondicional amor a su corrupción total y letal.

Me.Lo.Debía

Así que fui de nuevo a la universidad y estudié Ciencias de la Comunicación, hice un Doctorado en Lenguaje Cinematográfico y un Máster en Guion de Cine —mi sueño desde pequeña— y en la casa de mis padres, en Boston, con un cuaderno, un lápiz y una historia para contar, me puse manos a la obra, a los seis meses participé en una gran convocatoria del Universal Studio y al año siguiente, ya estaba viajando hacia un frío pueblo en Canadá, con un director independiente y un equipo pequeño de futuras estrellas, a filmar mi guion. La película la presentamos en Sundance, donde obtuve el premio al mejor guion y a mis dos grandes amigos. Allí fue donde conocí a Jackson y a Diddi, quienes me vieron tan sola en aquel lugar de hielo que se apiadaron de mí y me emborracharon desde el primero hasta el último día que duró el festival. Aún no recuerdo bien como recogí el premio, solo sé que desde ese día mi vida cambió radicalmente, no por el premio sino porque encontré a mi familia adoptiva.

— Si, Diddi, es nuestro momento —dije de manera algo nostálgica, odiaba aquellos momentos donde me sentía vulnerable y frágil. Diddi  me toma de la cintura y señala la ciudad.

— Mira cariño, es hora de que demostremos que tú no eres la esposa engañada de Jude Cavendish y que yo superé mí pasado de «Pretty Woman» clase B en Sunset Street.

Giro mi cabeza y me topo con los hermosos ojos azul intenso de mi mejor amiga, que al igual que yo, también tenía una historia triste en su pasado. Ambas habíamos sobrevivido al desamor y a los sueños rotos. Su cara era hermosa y angelical, sin el rictus amargo de antaño y era el fiel reflejo de alguien que deseaba darse valía y que con su orgullo restaurado no permitiría un golpe ni un abuso más.

— ¿Qué sería de mi vida sin ti y Jackson? —recuesto mi cabeza en su hombro.

Sus hombros temblaron y su risa casi infantil fue la respuesta.

— Nada cariño, no sabrías lo que es la buena champagne, y no tendrías esta belleza que te dice que por favor —y voltea hacia mi tomando mi vestido— aunque el vestido es hermoso… ¡amoooo a Óscar! es un dios, yo te recomendaría uno más atrevido.

Bufo divertida, ahí estaba la terrible Diddi, la que no me perdonaba si no lucía todo lo sexy que me merecía, según ella ¡yo debía resplandecer!

— Si quieres ser la novia oficial del macho texano, ese vestido no te sale, es demasiado mmm —la vi empequeñecer sus ojos y fijarse en mí de forma escrutadora— decente, y esta noche, Sofía Tomassi, es la hora de tu venganza, es la hora de que el idiota hijo de puta perfecto de Jude Cavendish vea en lo que se ha convertido su ex esposa.

Pestañeo frenéticamente, un momento y los ojos azules eléctricos de él me atravesaron desde el pasado para hacerme sentir como una gelatina.

— ¿Y en qué me convertí, Diddi?

La vi alejarse, caminar hasta mi habitación y pararse en la puerta con mueca ladina.

— En una perra sofisticada, una guionista poderosa, y en la puta novia de Jackson Bonnes, es decir en una mujer a la cual él nunca podrá tocar.

Paralizada, en medio de la habitación, mientras Diddi buscaba un nuevo vestido, yo solo pensaba en aquel hombre.

Jude.

¿Seré capaz de enfrentarme a alguien que tenía tanto poder en la industria? ¿Estaré preparada para no permitir su poderoso influjo sobre mí? ¿Podré mirarlo a los ojos y decirle que finalmente yo era libre? ¿Podría hacer lo que mi psicoanalista había deseado durante cinco años de terapia? ¿Estaré lista para enterrar a Jude Cavendish diez metros bajo tierra, o mejor dicho, poner la lápida con fecha de muerte a su recuerdo? ¿Tendré la fuerza de enfrentarlo sin el temor de que mi corazón desfallezca al verlo frente a mí? Ruego porque así sea, porque si no lo hago, no habrá salvación. No la habrá.

Lecturas

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