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Todo por amor Libro III
Rakel Luvre
Estado: Finalizada
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CAPÍTULO 1
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CAPÍTULO 1 |
CAPÍTULO 2 |
El amanecer en este lugar, era algo que me gustaba observar cada mañana con una humeante taza de café; como un ritual para iniciar mi día. Noah había tenido razón, vivir en Homer Alaska no fue tan malo después de todo. Aunque, todavía pienso que pudo enviarme a vivir a uno de los siete glaciales más cercanos de aquí, si lo que quería era deshacerse definitivamente de mí. Las mañanas frías era algo de lo que te acostumbrabas y le tomabas gusto prontamente. Tres meses fueron suficientes para mí.
Recluido de las grandes ciudades, era un lugar lleno de naturaleza, donde se podía tener una vida tranquila. Si tuviera hijos, sería un lugar donde me gustaría que crecieran. Lejos de la maldad y de estúpidas ambiciones materialistas. Pero yo no los tenía y tampoco iba a tenerlos en el futuro. Harry Reader, el tío de Noah era un hombre mayor, silencioso, pero de buen corazón. No habíamos hablado acerca del por qué estaba huyendo de la ciudad, cuando a leguas se me notaba que no sabía hacer nada más que sentarme detrás de un escritorio y dar órdenes, y para nada pescar, algo a lo que se dedicaban en este lugar y que era, en definitiva, la principal fuente de trabajo.
Él, como el buen hombre que es, no quiso meterse en donde no lo llamaban y se dedicó a simplemente preocuparse de sus propios asuntos.
Trabajaba para Harry, remolcando autos varados en las carreteras. Tenía un compañero, su nombre era Freddy, quien también vivía en una pequeña casa al lado de la mía. Freddy era un ex convicto acusado de intento de violación, la versión de él, era que el padre de la chica los había descubierto y ella para salvar su pellejo se había puesto a llorar, gritando que Freddy intentaba violarla. En cuanto pagó su condena, fue por su hermana, quien era mal vista, como una delincuente indigna de confianza igual que el hermano. Vivieron en algunas otras ciudades de Alaska —si por ciudades podemos decir que las comunidades llegaban hasta ser de mil doscientas personas—, hasta que ambos hermanos llegaron aquí.
Ella había quedado encantada con el lugar y la gente, que no la miraba mal por tener solamente tres mudas de ropa o zapatos viejos, gente que no te miraba más de tres segundos seguidos, porque no les interesaba inmiscuirse en la vida de los demás. Gente que te aceptaba si tú los aceptabas, con sus creencias, estilo de vida y cultura. Respeto con respeto. Si no les causas problemas, ellos no te causaban problemas. Eso era todo, así de sencillo.
Bebí mi último trago de café, degustando su sabor. Hacía demasiado frío, pero de alguna manera, lograba adormecer el dolor de mi cuerpo al estar lejos de ella.
El día de trabajo había estado tranquilo. Por la mañana se remolcó un auto sobre la carretera que, al parecer, pasó a mejor vida. De ahí nada, los pocos servicios que hubo, Freddy los atendió, ya que él se encontraba más cerca de las ubicaciones.
Al final del día, como todos los demás, me disponía a irme a casa a pensar en mi obsesión, mi esposa. Una vez recibida mi paga por Harry, me dispuse a irme. La puerta de la oficina se abrió violentamente, dando paso a un molesto Freddy.
—Buenas tardes.
—Hola hijo. ¿Por qué ese rostro? —preguntó Harry a Freddy.
—Se me averió una llanta en medio de esta lluvia —respondió quitándose el impermeable.
— ¿Ya está todo bien o quieres que te ayude en algo? —le pregunté.
—Todo bien, gracias Anthony.
—Me voy a casa entonces.
—No, no, espera… espera afuera.
—De acuerdo.
Salí de la oficina y esperé en la entrada del local, mirando a un grupo de niños que jugaban a la pelota en tremenda lluvia. Los envidiaba por tener esa libertad de hacer lo que les plazca, sin temor de poner su vida en peligro, la de sus familiares o amigos.
—Listo Anthony, vámonos —me señaló su auto.
—Gracias, yo traigo mi vehículo —Señalé una motocicleta.
— ¡Fiu! ¿Y esa belleza? —preguntó acercándose a ella y admirándola de lado a lado.
—Era la de Thomas, necesitaba dinero y se la compré.
— ¡Pero el hombre quería demasiado! —me dijo asombrado.
—La pequeña Becky lo vale —respondí acariciando el asiento de mi chica.
— ¿De dónde sacaste tanto?
—La liquidación de mi trabajo anterior, más algunos ahorros —mencioné despreocupado y levantando los hombros, restándole importancia.
—¡Quedaste arruinado! —soltó una carcajada.
—Soy un hombre solo, sin compromisos ¿qué más da? —dije con amargura.
—¡Disfrútalo! ¿Por qué no vamos a beber unas cervezas?, el partido comienza en media hora y conozco un buen bar sobre la carretera. La mayoría de los hombres vamos ahí después de la jornada.
—No lo sé, estoy cansado —le dije. La verdad era que me había acostumbrado a no tener amigos, gente cercana a mí.
—¡Oh vamos, Anthony! No digas estupideces y no me hagas rogarte como un chico que quiere conseguir una cita con la chica nueva del pueblo —solté una carcajada, él era un hombre agradable, y solitario, al igual que yo.
—Está bien. Pero no soy buena compañía —advertí.
— ¡Bah! tonterías.
Subí a mi moto y él a su coche, cuando arrancó me coloqué detrás de él para seguirlo al dichoso bar. Diez minutos después estábamos aparcando. Una vez dentro, pedimos una cerveza. El partido había comenzado hacía más de una hora, y yo ni siquiera me había informado de quienes jugaban, estaba perdido en mis pensamientos. Preguntándome dónde, o con quién estaría, si pensaba en mí como yo en ella.
—¿En qué piensas? —me preguntó, sin despegar los ojos de la pantalla.
—En nada —respondí y luego di un trago de cerveza.
—¡Oye, yo confíe en ti! Confía en mi hombre, tampoco es como si tuviera muchos amigos con quienes hablar de la gente.
Solté una carcajada.
—Tienes razón, no tienes amigos.
Quedé en silencio un momento, pero cuando iba a decirle en qué pensaba, una chica entró al bar; ella vestía un vestido corto, demasiado corto para un lugar tan frio como lo era Homer, en el que mostraba sus bien torneadas y largas piernas. Su piel pálida estaba un poco enrojecida debido al frío. La fuerte lluvia la había empapado, haciendo que el vestido se le pegara a su cuerpo como una segunda piel. El vestido azul resaltaba la belleza de su rostro. Ojos grandes, nariz respingona, labios rojos, carnosos y sensuales. Ella temblando se acercó a la barra bajo la atenta mirada masculina, que al verla llegar había perdido el habla. Ella, ignoraba las miradas y silbidos de uno que otro hombre, que había despertar bajo su encanto de sirena atrayente. Yo solté una carcajada, pero una muy estridente.
—¿De qué te ríes? —Freddy se encontraba de espaldas a ella, por lo que no la había visto.
—Estaba pensando muy seriamente en las palabras de mi antiguo psicólogo.
— ¿Estás loco? —preguntó con el ceño fruncido. A lo que asentí una vez con la cabeza.
—Me dijo que yo estaba obsesionado con mi ex esposa, ella era una pelirroja muy hermosa. Yo le dije que era un idiota, que ella no era una obsesión y que yo estaba perdidamente enamorado.
— ¿Por qué la risa?
—Que acabo de descubrir que tenía razón.
— ¿Y eso? ¿Así de la nada?
—No, lo sé porque ahora una hermosa pelirroja se ha convertido en mi nueva obsesión. Me siento… extremadamente atraído.
Le señalé a la chica en la barra que hablaba con el dueño del lugar.